¡ ARDE MEXICALI !

Para Mel,
¡Me muac, siempre jamás!

A ti, pueblote mago,
cúspide del polvo más antiguo del planeta
Benito Gámez

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-
El minotauro apenas se defendió.
Julio Cortazar


Ya salgo de tu seno,
de tu rasurada axila panamericana,
de tus calles abandonadas a su suerte,
de tus polvorientas avenidas oxidadas,
de tus peseros inconstantes,
de tus paradas sin mapas,
de tu cultura del ride, y mochate pa la gota,
de tu sueños en bicla,
de tu pesada barda,
de tu sol de injusticia,
de tu latido constante,
de tus temblores vibrantes,
de tus albures de amor,
de tu carrilla inquieta,
de tu ritmo convulsivo,
de tu gente amada,
de tu arena salada,
de tu mar antiguo,
de tu río de agua colorada,
de tus bolis y buchones,
de tu santa cheve, tus caguamas y tus sixs,
de tus huevos fríos,
de tus cuatro veinte,
de tus tres delicias,
de tu carne asada,
tu sazón, y los santos antojitos,
que seducen a mi boca,
que te come con los ojos.

Hay otras fronteras, pero están en ésta.
Tramo, cacharpa, lima.

¡Arre!
¡Ponte trusha!
¡No te pases de lanza!
¡Ya se hizo la machaca!
Bato, batillo
, batiburrillo,
ya salto de esta cuerda floja,
alambre gabacho y dividido,
ejercicio extremo para el funámbulo errante.

Washate esto camarada,
chicali rifa; esta línea,
cuando es mirada desde cierta perspectiva,
es en realidad un punto; lo que no tiene ninguna parte,
un concepto intuitivo, un ente geométrico sin dimensiones,
el lugar por donde pueden pasar infinitas rectas
y planos, un marcador de espacio,
un signo que autoriza a escribir un nuevo párrafo.

Has sido mi casa,
mi chamán,
mi nahual,
mi profeta,
mi religión,
mi ejercito,
mi guerrilla,
mi amante,
mi esposa,
mi jaina,
mi escuela,
mi poeta; triste canción desesperada,
desatada legión de soñadores.

Mensajes eternos,
escritos con jis.

Vos sos tribu,
eu, nómada, gitano y vagabundo,
marinero sin rumbo,
sin besos, sin pesos.

Que shilo,
ahora como pizza donde ayer me mordías la boca,
triple queso, lengua, saliva y peperonni,
sutil sucedáneo de verano en diecisiete días,
envasado al vacío, ni calor, ni frío,
sentada en el último pupitre del salón.

Un brindis por un beso,
aquí no hacen falta callejones para robar ternuras,
las tradiciones me las invento yo,
las travesías me las construyo yo,
aquí no hay pasajes, solo avenidas inmensas,
repetidas y copiadas de nefastas películas gringas.

Visitaste mi casa,
aun cuando no existía,
«El Santo y las lobas»,
a media luz los dos como cantaba Gardel,
trepé tu cuerpo, y ya en la cima, bajé hasta el valle;
te excita pensar que todo el barrio escucha tus gemidos,
me excita pensar, que te excita pensar que todo el barrio escucha tus gemidos.

Con mi mano, me cierras la boca,
me muerdes, cambias de postura,
parados los dos frente a la ventana,
apenas dices nada, me susurras,
me tocas, te toco, navegamos la piel,
que rico hueles, me lo diste todo sin apenas notarlo,
tú, espejo, reflejo empañado de estos vahos,
no veo nada, mis manos son mis ojos,
no dormirás a mi vera,
alguien te espera.

Las hijas,
de las hijas, de las hijas del sol,
dieron a luz estos frutos;
ocho de cada diez mujeres cachanillas
son hadas.

Bicilicidad;
dos diablitos sostienen a un chamuco,
me como tu pelo, sudor en tandem,
mi pecho en tu nuca,
pedal, hadas, aladas.

¡Brothers and sisters!
no os mandaré mas abrazos,
el ultimo que di, duró toda una noche
y aún no me he repuesto de semejante nostalgia.

Ofrecí mi corazón,
en altar de maíz prieto,
oh! novia de Mexicali,
mi alada hada amada.

Imposible incesto,
en la noche de los poetas.

Ariadna, yo soy el minotauro,
el de Cortazar y sus Reyes,
el mito reversado, le otim odasrever,
borrado Teseo de esta tragedia,
sólo resta el hilo, el laberinto,
vos, y yo.

Mi dedo en tu boca,
náufrago de sexo.

Soy Voltaire,
en el Cabaret inquieto.

Punto y coma.
Coma, andante.
Cara, cola.

A deseo insatisfecho,
paliacate de besos.

Si me tapas la boca,
paliacate de besos,
de besos, de besos,
de versos,
deber, sos.

En aquel gesto,
me entregué al todo,
a la nada; a la flaca, la huesuda,
la pelona, la tiznada, la calva,
la catrina, túnel que me escupe
hasta el panteón de los verbos moribundos,
donde voy derramando esta muerte;
letra sobre letra, dolor sobre dolor,
hierro sobre hierro, en exacta
y extensa letanía.

Me vierto,
me divierto,
me derramo,
me arrastro por el fango del deseo,
me arrojo, soy un río sin cauce, sin nombre, sin agua;
desemboco en el vacío, en un desierto de sal,
que en otro tiempo fue mar.

¡Siempre jamás!
Vos sos, alud de luz,
yo, montañero,
atrapado en tus derrumbes.

¡Siempre jamás!
¡Que suave, que curada,
tu intensa mirada iluminada!

Mientras espero,
disimulo con un globo;
preciso exacto instante,
para engatusarte.

Ardid malabar,
y equilibrios para amar.

Tri,
ángulo.

¡Siempre jamás!
Me Muac, si dices rana,
¡yo salto!

«No se puede cosechar lo mismo todo el año,
a veces la tierra no da, y hay que esperarla»
me dice siempre una sabia amiga.

Es posible,
tengo fe extrema
en este secarral hermoso.

Yo, ya me voy,
me esperan,
me buscan,
me reclaman,
me persiguen,
me inventan.

Sin embargo,
permanezco en vos,
para siempre en el hueco de tus alas,
en tu regazo por fin soy eterno,
voz que clama en el desierto.

Naimed Sayarba
Guanajuato, México
Junio 2012

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