CAREOS CON CUPIDO™

25 de Diciembre de 2002
Sus ojos tristes de mirada alegre, quedaron grabados en mi desgastada memoria de Teflón.  Yo bajaba a por el pan y su dulce sonrisa me alegraban el día. Vidas cruzadas por una breve fracción de segundo.  Ella me sonreía y yo soñaba. La escena se repetía constantemente. Ella me sonreía y yo soñaba. Me sonreía y yo soñaba. Vidas cruzadas por una breve fracción de segundo, por-u-na-bre-ve frac-ción-de-se-gun-do. Después vinieron las coincidencias mágicas y el corazón alterado en medio de mi caos personal. Conseguir un cita y ver como todo se desinflaba sin saber muy bien por qué. Ella no mostró el más mínimo interés en volver a verme. Yo tampoco, pero mi corazón hambriento guardó en mi memoria los electrocardiogramas producidos por su presencia. Meses arrancados del calendario y desencuentros. Nunca coincidíamos en los mismos sitios. Nos cruzábamos pero no nos veíamos, hasta que un día desapareció del mapa e instaló su existencia en una isla, en una isla que no es tal, pero lo parece. Yo a su vez me perdí en un desierto, un desierto que no es tal, pero lo parece, un terreno árido y quemado por el sol dentro de mi cabeza.

Siempre pienso que me enamoro del amor. De mujeres que son el amor. Mujeres faro, para marineros perdidos. Mujeres patria para emigrantes del dolor. Mujeres amor. Mujeres que atraen como un imán a cualquier hombre, mujer o duende. Quedo hechizado, hipnotizado, idiotizado, queriendo tan solo conseguir su mirada, su complicidad, su abrazo largo, su beso tierno, su piel suave, su descarada infantilidad, su amor, que me resucite de los muertos y de esta triste y amarga soledad que a veces me inhunda el alma.

Añadir a esto mi facilidad absoluta para enamorarme de las plantas. Soy enamoradizo y me seduce el concepto del amante que sufre, que tiene un amor imposible, pero persevera y al final  alcanza su objetivo. El amantenaz. Aunque hay veces que me basta un instante, un momento fotografiado por mi retina para perderme en  los bosques extraños del amor. Me conformo con ese momento y me recreo en el hasta gastarlo y necesitar más. En consecuencia, llevo años repitiendo escenas parecidas sobre las tablas del escenario, de mi propia vida; iluminada por una suave luz cenital se ve sentada sobre una silla a una chica con cara de niña y cuerpo de mujer. La miro durante minutos sin que ella se sepa observada. Un rato después entro en escena, caminando despacito con aire despreocupado, cruzamos el gesto y por unos segundos soy naufrago de su mirada liquida. Ella sonríe, yo sonrío y desaparezco feliz por el foro. Bajo a la platea y sigo mirando. Me gusta ser el observador. Entonces aparece sobre mi escenario un tipo elegante, alto y guapo. Se acerca hasta mi niña y en un instante ¡están besándose!. ¡Mierda! Cierro los ojos, empiezo a sufrir y a regodearme en mi acostumbrada fatalidad. ¡Hay que hacer algo!. Me acerco al técnico de sonido y le indico con un gesto el Headhunters de Hearby Hankok. Comienzan a sonar las primeras notas de ese teclado mágico y mis pies empiezan a moverse. Sobre el escenario veo bailar a mi niña mujer, ¡sola!, en su propio mundo de movimientos. El galán embobado se convierte en espectador y desaparece por el foro. Mis pies me salvan una vez más de mi cabeza y me acercan bailongo a la pista de baile donde suavemente dejamos que el groove se apodere de nosotros. Es ahora cuando pienso que hemos venido a este mundo para bailar y quien no baile morirá  lenta y silenciosamente.  Pero el disco se acaba y el hechizo se deshace al contacto con la realidad. Ella me mira felina y dulce. Pero yo, el amante errante, pienso que ella piensa, lo que yo pienso, y en medio de tanto pensamiento pierdo el puto momento, y el instante de la seducción se rompe en millones de pedazos.

La niña mujer tiene sueño y nos vamos a dormir. Si puedo dormir con una mujer sin hacerla el amor, es un claro síntoma de mi amor por ella. Cuando follas con alguien por el mero hecho de follar, lo difícil suele ser dormir a su lado después. Cuando amas, lo más bonito de todo es dormir, atrincherarse en una cama y no despertar nunca. Escuchar su respiración y pensar que no me importaría escucharla por el resto de mis días. Y pensar sin duda en lo mucho que me va a gustar hacerla el amor alguna próxima mañana. Pero esta vez no hubo próxima mañana. Tan solo un beso torpe de despedida. Luces fuera. Abajo el telón. El público aplaude y llora. La función a terminado.

Ando buscando como un perro vagabundo careos con Cupido. El azar otra vez de parte del amor me zarandea y yo me dejo llevar, arrastrado como una pluma hasta la orilla del Mar, hasta el borde mismo de sus ojos tristes de mirada alegre. Tanta agua. Tanta sal. Tanta arena para dejar en ella las huellas de mis zapatos. Al final me he quedado atrapado en esta isla sartén, en esta tacita de plata donde el tiempo pasa despacito. Mi misión era vigilar las mareas y componer la banda sonora de cada mañana, rescatando  guitarras y  discos de su pasado, retozando juntos en la melancolía de las canciones de nuestras vidas. Es curioso como una misma melodía puede provocar recuerdos tan dispares para cada uno de nosotros. Flashazos de mi primer amor, de mi infancia, cuando mi mayor ilusión era  vivir dentro de una canción de Joaquin Sabina, pongamos que hablo de Madrid o pongamos que hablo de Cádiz, o no pongamos nada, pues esta vez todo se ha torcido. ¿Pero se ha torcido o resulta que me gusta que se tuerza?,¿me gusta sufrir?, ¿me asusto cuando todo va demasiado bien? Es posible que sea la dificultad del amor lo que me atrae y no el amor en sí. Creo que me pasa como al policía que persigue a un ladrón durante toda su vida, porque es su deber y cuando por fin le atrapa se da cuenta de que lo que ama no es la justicia sino la lucha por la justicia. Yo amo la lucha por el amor. Y el amor me da miedo, aunque lo necesite como necesito el aire para respirar. Como necesito el horizonte de una playa desierta, como necesito la orilla de sus ojos. Soy naufrago de un mar de veintidós años.

A™
25 de Diciembre de 2002

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